La selva amazónica, conocida como los pulmones de la Tierra, atraviesa un momento crítico. Un estudio publicado en Nature Communications reveló que el 75% de la pérdida de precipitaciones en la región está vinculada directamente con la deforestación. Décadas de talas y quemas cambiaron el equilibrio de un ecosistema que regula el clima global.
Los investigadores también hallaron que la pérdida de árboles no sólo resta humedad al ambiente, sino que, además, incrementó el calor en la Amazonia en unos dos grados desde 1985, siendo la deforestación responsable de un 16% de esa suba. El profesor Marco Franco, de la Universidad de San Pablo, quien dirigió la investigación, aseguró que los resultados lo sorprendieron: “esperábamos un impacto fuerte, pero no tan alto”.
El trabajo analizó 29 zonas de la cuenca amazónica en Brasil, y permitió separar qué porcentaje de los cambios se debía a la tala, al cambio climático y a variaciones meteorológicas entre 1985 y 2020.
Cómo funcionan los árboles como “bombas de agua”
Los árboles amazónicos cumplen un papel clave: extraen agua del suelo y la liberan a la atmósfera mediante la transpiración. Esa humedad explica más del 40% de las lluvias que caen sobre la región.
“Un árbol es como una gran bomba de agua”, señaló Callum Smith, investigador de la Universidad de Leeds, que no participó del estudio, pero monitorea la deforestación tropical. Cuando se tala, disminuye la humedad que llega a la atmósfera, y con ella, la posibilidad de lluvia.
El impacto es tan fuerte que incluso la estación seca, que tradicionalmente mantenía algunas precipitaciones diarias, ahora muestra un descenso marcado. Luiz Machado, otro de los autores, señaló que la percepción local cambió: “ya no es cierto que en la estación seca llueva todos los días”.
Incendios, agricultura y un círculo de retroalimentación
Menos lluvia significa un bosque más seco y, por lo tanto, más vulnerable a los incendios. Gran parte de la deforestación ocurre con la práctica de roza y quema, en la que los fuegos se usan para habilitar tierras destinadas a la ganadería y la agricultura. Muchas veces esas llamas se descontrolan.
En 2024, más de 16 millones de hectáreas se incendiaron en la Amazonia. Y, en el primer semestre de 2025, la deforestación ya era el 27% mayor que en el mismo período del año anterior, según datos de la agencia espacial brasileña. El resultado es un círculo vicioso: menos árboles generan menos lluvias y la sequía vuelve al bosque más inflamable.
El efecto sobre los cultivos y el futuro inmediato
La sequía amazónica no se queda dentro del bosque. Los estados agrícolas cercanos, como Mato Grosso, ya reportan pérdidas de cosechas. En 2024 la zona atravesó 150 días seguidos sin lluvias.
Los investigadores advierten que no se trata de un problema futuro, sino actual. “Si no llueve, no llueve para cultivar en Brasil”, afirmó Franco. La situación amenaza tanto a la biodiversidad como a la producción de alimentos.
El desafío es enorme y las decisiones que se tomen en la próxima década definirán si la Amazonia sigue siendo un regulador climático mundial o se convierte en una fuente neta de gases de efecto invernadero.